Día del Libro, educación en abierto y derecho de autor en Chile

Más de 174 millones de dólares es lo que estima el estudio State of the Commons 2015 que los estudiantes alrededor del mundo han ahorrado gracias a los libros abiertos de texto. ¿No le suena familiar ese término? Es altamente probable porque nuestro país no cuenta con una política de educación en abierto.

En la práctica, contar con este tipo de iniciativas a nivel nacional significaría que cientos de miles de estudiantes y profesores chilenos podrían acceder y compartir de forma libre una serie de libros escolares, material informativo y recursos académicos sin costo alguno.

Algunos de los países que sí cuentan con este tipo de políticas son Australia, Canadá, India, Indonesia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Estados Unidos, Holanda y toda la Unión Europea, por nombrar sólo algunos. En nuestra región, Argentina y Uruguay ya han dicho sí al libre intercambio de contenidos bajo esta modalidad.

Pero, ¿quién está tras esta clase de acciones? Uno de los principales propulsores es OER Commons, una forma que permite compartir recursos educacionales abiertos, es decir, materiales de aprendizaje y enseñanza que son utilizables y reutilizables sin tener que pagar.

En términos de derechos de autor, esto sería lo opuesto a los recursos con un copyright fijo, ya que sus autores –se trate de una persona natural o de una organización—han decidido retener pocos o ningún derecho de propiedad.

En algunos casos, esto significa que puedes descargar un contenido y compartirlo con otros compañeros o colegas; aunque en otras ocasiones te da la posibilidad de descargarlo, editarlo y luego re-publicarlo como un trabajo remezclado o compilado.

Y para determinar exactamente qué puedes o no puedes hacer con el contenido entran en juego las licencias Creative Commons o GNU: ambas cuentan con distintas categorías, las cuales indican si un material lo puedes usar, reusar, adaptar y compartir.

En este sentido, State of the Commons (el reporte anual de CC) también destaca que en los últimos cinco años el número de obras licenciadas bajo su sistema se ha triplicado, siendo la licencia más usada la BY-SA (37%) y luego BY (24%), "lo que indica que la mayoría de la gente está optando por compartir sus obras de las formas menos restrictivas posibles".

Asimismo, organizaciones tan potentes como la Fundación Ford, la Fundación Bill y Melissa Gates, Wikimedia y The William and Flora Hewlett Foundation se han volcado a las políticas abiertas de este tipo, lo cual es un claro signo de que es una tendencia de gran alcance global.

Sin embargo, ¿por qué en la práctica nos interesaría contar con algo así en Chile? En palabras de OER Commons, "las horas (y días) dedicados a escudriñar Internet en busca de recursos educacionales es tiempo que podría haber sido invertido en enseñar y aprender". Así de claro.

Y la realidad chilena actual es bastante cruda: en una columna de opinión conjunta de Mario Waissbluth y Eugenio Severín, los autores sostienen que "las editoriales, las mismas que le venden los textos al Ministerio [de Educación], le agregan algunas páginas, un instructivo para los profesores, y así aducen que son textos de calidad superior".

Adicionalmente, según cifras de la propia cartera del ramo, en concepto de libros escolares ésta desembolsó entre 2010 y 2015 "en promedio 23 mil 500 millones de pesos, entregando 18 millones 144 mil 293 ejemplares".

Dichos números obviamente aplican para los textos de colegios públicos; otro asunto son los gastos que dicha compra genera a los apoderados y estudiantes de instituciones privadas.

Pero en OER Commons también son los primeros en reconocer que "el movimiento de educación abierta no es sólo el ahorro de costos y el fácil acceso; tiene que ver con la participación y la co-creación. Profesores, estudiantes e instituciones de educación están conduciendo el desarrollo de los recursos educativos abiertos".

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